top of page

Por Mercy Benzaquen

 

Son muchos los jóvenes latinos que dejan sus hogares para ir a estudiar en los Estados Unidos. Aquellos que eligen Boston, no sólo se dirigen a una ciudad que alberga a universidades reconocidas mundialmente, sino a un lugar que cuenta con una creciente red de apoyo para el estudiante judío.

 

Tuve la oportunidad de estudiar en esta hermosa ciudad, donde palpita el amor por la historia y la innovación. Y estando lejos de mi familia y mi Venezuela, pude encontrar un pedacito de mi hogar en el Centro Internacional para estudiantes Judíos en Boston.

 El centro, o como se le conoce por su nombre en inglés, The International Jewish Student Center of Boston, es una rama del Jabad Lubavitch en la ciudad de Cambridge

y lo dirige el Rabino Berel Grunblatt y su esposa Esther Leah Grunblatt, a quienes tuve la suerte de conocer muy bien.

 

La vida de estudiante es exigente, por lo menos lo fue para mi, estudiando periodismo en un idioma que no era mi idioma natal, reportando en una ciudad que no conocía a la perfección, y escribiendo para una audiencia culturalmente distinta. Pero a pesar de que lo nuevo fue a veces intimidante y abrumador, siempre sentí pertenencia en el centro y apoyo tanto de sus dirigentes como de muchos de los jóvenes que formaban parte del mismo.

Hace unas semanas leí sobre un estudio realizado en 22 centros universitarios de Jabad en los Estados Unidos, que fue conducido por la Hertog Foundation. El estudio mostró que la mayoría de los estudiantes que asisten frecuentemente a sus eventos se sienten más apegados a la comunidad judía al salir de la universidad. En mi caso,

siempre me he sentido apegada a mi religión pues nací en un hogar en donde se respetan los valores judíos y crecí rodeada de una comunidad que trabaja incansablemente para crear vínculos inquebrantables entre sus miembros y sembrar en cada uno de ellos la esencia de nuestra religión.  Siento que a pesar de estar alejada de las dos fuentes en donde aprendí y viví la religión, el centro fue mi conexión tanto con mi comunidad como con los valores del judaísmo.

La mayoría de los estudiantes judíos que participaban en las actividades del centro eran latinos como yo, principalmente de Venezuela, Panamá, Colombia y Argentina. A muchos de ellos los conocía desde antes de mudarme a Boston, pero también tuve la oportunidad de conocer a otros jóvenes panameños con quienes todavía

mantengo contacto. Los eventos organizados por el Rabino Berel y Esther Leah nos daban un marco de judaísmo y de apoyo social, pero también nos daban la oportunidad de dar al prójimo. Las actividades de labor social me permitían ponerle un freno a la rutina para dedicar unas horas a mi comunidad.

Participé en varias actividades de voluntariado. Recuerdo con mucha emoción, una tarde antes de Purim, cuando acompañada por otros 12 estudiantes, visité el hogar de ancianos Chelsea Jewish. Debo admitir que estaba un poco nerviosa por la visita, pues tenía mucho tiempo que no visitaba un ancianato. En el caminó hacia Chelsea Jewish organicé una lista de preguntas

y temas de conversación en mi mente, y aunque mis profesores hubiesen estado muy orgullosos, no utilicé ninguno. Me senté con una pareja de abuelitos, que no estaban muy interesados en mis preguntas, si no en mí, mi carrera, mi nacionalidad, y mis propios abuelos. Sentada en el ancianato, respondiendo a sus preguntas, y viéndolos disfrutar de unas Oznei Aman, no me sentía tan lejos del sofá donde pasé horas hablando con mi abuela.

Conversando con los otros jóvenes en el camino de vuelta a Cambridge, entendí que la sensación de pertenencia y familia era general. Esa tarde todos habíamos compartido con abuelitos que no conocíamos pero que de alguna manera nos hicieron sentir más cerca de casa.

Durante otra tarde de labor social, pase unas horas en casa de los Grunblatt cocinando para contribuir con comida a las familias necesitadas. Éramos al menos 6 estudiantes y con la ayuda del Rabino Berel y su esposa Esther Leah logramos preparar varios platos para un comedor de beneficencia en Newton. Jonathan Weininger, un estudiante venezolano quién asistió ese día y quién ahora se prepara para ser Chef en Nueva York, me dijo que a pesar de que su cocina siempre se ha enfocado en platos tradicionales judíos y que principalmente los prepara en nuestras fiestas, esa tarde sintió que su cocina tenía un propósito y que lo conectaba fuertemente a nuestra comunidad.

Al terminar mis estudios de periodismo en Boston, me mudé a Nueva York a completar un certificado en periodismo de data. En Nueva York, tengo familiares y he podido compartir con ellos nuestras pascuas judías, cosa que no hacía desde hace unos años. Pero en estos meses de festividades, me vienen a la mente numerosos recuerdos en el centro. Las cenas de Shabat de hasta 150 personas,

las fiestas de Purim, las parrilladas de Sukot bajo las estrellas, y las grandes cenas de Rosh Hashana. También recuerdo con vividez las actividades de voluntariado, las cuales tienen un lugar muy especial en mi corazón.

El centro me mantuvo conectada con el judaísmo durante mis cuatro años en Boston y estaré eternamente agradecida con el rabino Berel y su esposa Esther Leah por trabajar para formar y mantener lazos entre los estudiantes de Boston y nuestra religión. Estuve lejos de mi país y de mi familia, pero en ningún momento lejos de mi religión.

bottom of page